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18 de abril de 2004

Aberri Eguna e Independentismo Cívico

Acabamos de celebrar el Aberri Eguna, fecha en la que a través de diversas convocatorias, discursos y manifiestos, los grupos y partidos abertzales formulan propuestas en torno a nuestras reivindicaciones nacionales.

A las tradicionales convocatorias partidistas ha habido que añadir los llamamientos de una Udalbiltza lamentablemente dividida, y la reunión del Nazio Eztabaidagunea o Foro Facional de Debate, plataforma en la que diversas organizaciones y personas han tratado de elevar propuestas para superar la situación de bloqueo en que se encuentra la solución del conflicto vasco, tras la ruptura de la tregua por parte de ETA y las negativas consecuencias políticas que esa ruptura ha acarreado, particularmente en el ámbito de la violación de los derechos humanos y la aplicación de la llamada Ley de Partidos.

Creo que cuando se aborda un posicionamiento de cara al Aberri Eguna, se ha de combinar la teoría básica sobre la cuestión nacional con la adecuación de este discurso –y hoy cada día más, en este mundo cambiante-, a la realidad de la ciudadanía a la que se dirige. Muchas veces prima más lo primero que lo segundo, y eso no es bueno para quienes defendemos un independentismo aggiornato, cívico, inclusivo, moderno, que tiene en cuenta las necesidades ciudadanas. Que, por poner un ejemplo, deje de hablar de los jóvenes en términos retóricos y paternalistas, y diga a las claras que los jóvenes de hoy, ya sea en Euskadi o en España, son nuestros chicanos particulares, sometidos a contratos laborales indecentes y encadenados a hipotecas de por vida para pagar viviendas a precios de escándalo. Al lado de estos jóvenes desfilando por inmobiliarias para buscar unos metros cuadrados a precios exorbitados, parecen un mal chiste aquellos mineros obligados a comprar en los supermercados de los amos.

Hay que hablar más de los problemas de nuestras gentes. De los valores que queremos defender para nuestra sociedad. De las desigualdades de todo tipo. Del pacifismo militante. De los derechos humanos de todos y para todos. Es escandaloso que ETA, al margen de lo intolerable de su actuación, declare una tregua para Catalunya, discriminando personas y territorios arrogándose no se sabe qué derecho. Pero, salvando las distancias, vivimos en un mundo en el que la discriminación de territorios y personas en cuanto a derechos humanos sucede todos los días, en medio del silencio cómplice de muchos.

Tras el 11 de Marzo en Madrid, creo que todos, independientemente del territorio en que vivimos, más allá de las diferencias que sostenemos con respecto al y del Estado español, tenemos una oportunidad mayor para profundizar en nuestros discursos basados en el respeto mutuo, el diálogo, la paz, los derechos humanos y la primacía de la voluntad popular, cuestión esta última que no la quiero referir solamente a la reclamación de un ámbito de decisión para la ciudadanía de Euskadi, sino que va más allá. Si algo ha quedado claro tras el 11-M y lo que se vió en todos los rincones del Estado, es que una de las reformas constitucionales urgentes es la referida al derecho de consulta o referéndum por parte de los ciudadanos y las ciudadanas. Es urgente dar el paso, ya, de una democracia únicamente representativa, hacia una democracia representativa y participativa.
No es cierto el cliché que se ha pretendido vender -durante la época Aznar, por cierto, como nunca-, del nacionalismo vasco esencialista, etnicista, insolidario. Basta con darse una vuelta por Euskadi para distinguir los talantes y actitudes de nuestra ciudadanía, sea cual sea su sentimiento de pertenencia y su más o menos declarada adscripción nacional, de lo que se ha dicho y se dice desde las tribunas políticas de Madrid y determinados altavoces mediáticos. Porque es muy distinta, aun con todas sus limitaciones discursivas, la realidad del nacionalismo vasco de la que se pretende trasladar desde los altavoces mediáticos del nacionalismo español.

En este sentido, en los años venideros, creo que vamos a asistir a fenómenos interesantes en el seno del independentismo vasco. En un escenario de no-violencia, se dará, sin duda, pero no sin dificultades -y por ello quizás se precisen algunos años-, una recomposición de los espacios a la izquierda del nacionalismo tradicional. Y ello va a abrir, consiguientemente, la ventana a nuevas relaciones políticas y combinaciones electorales, lo que implica, lógicamente, una dialéctica política alejada de discursos monolíticos, para dar paso a una práctica política basada en una nueva visión superadora del nacionalismo tradicional.

Es preciso abordar esta tarea de construcción de un nuevo discurso que aglutine el espacio a la izquierda del nacionalismo tradicional. Un espacio en el que, además de la formulación básica de nuestro independentismo, que ya se nos supone, primemos los valores ciudadanos, democráticos y participativos; de compromiso inequívoco con los derechos de todos y para todos que decimos defender, aunque muchas veces solamente de boquilla. Un discurso que subraye los valores que impulsen el cambio de esta sociedad injusta hacia una sociedad económica, social y medioambientalmente sostenible.

Es la hora del independentismo cívico, que plantee la recomposición del espacio abertzale progresista cada vez más confluyente en Euskal Herria y que se puede identificar con propuestas y discursos como los de Carod-Rovira o Rubert de Ventós, por ejemplo. Un independentismo cívico contrapuesto al nacionalismo -cualquiera que sea su demarcación, incluido el español- que se asienta en valores y visiones del pasado y no en los valores universales de los derechos humanos, incluidos los colectivos, y de la ciudadanía.

Gorka Knörr
Militante de Eusko Alkartasuna.



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