Deia
Este domingo, 20 de febrero, el Estado español va a decidir si ratifica o no el Tratado por el que se instituye una Constitución para Europa. Se trata de una decisión de una importancia enorme, porque en caso de que triunfe el sí, los vascos vamos a estar sujetos a una legalidad y a un modelo de funcionamiento que niega nuestra propia existencia como pueblo, durante muchos años, quién sabe si de manera indefinida.
Es por ello que todos debemos ser conscientes de lo que nos jugamos en una campaña interesadamente anodina, en la cual los partidos que piden el sí, y los intereses que ellos representan, pretenden que pase de puntillas, sin mayores análisis.
En nuestro país, Euskal Herria, ha existido siempre un interés profundo y constante por el proceso de integración europea (Agirre, Irujo, Garaikoetxea),y a favor de la creación de una federación europea en la cual Euskal Herria pudiera ser un día nación dentro de la Unión Europea, en pie de igualdad con los demás Pueblos de Europa.
Los vascos sabemos que nuestro lugar está en Europa, y por eso queremos ser protagonistas en el proceso de construcción europeo. El problema radica en que no nos dejan. Para los padres del tratado, esto es, para Aznar, Blair, Chirac, y Berlusconi, los vascos, los corsos, los gallegos, los escoceses, los bretones o los catalanes, simplemente no existen.
Pero además, desde una posición abertzale y de progreso, el propio texto sometido a refrendo nos exige, sin ambages, una respuesta clara y contundente a favor del NO.
No reconoce nuestra existencia como pueblo.
El artículo I-5 garantiza la integridad territorial de los Estados, y consagra, en consecuencia, la unidad indivisible de España, unidad que, no debemos olvidar, se garantiza mediante la acción de las fuerzas armadas en el artículo octavo de la Constitución española.
Se trata de un Tratado europeo que únicamente reconoce a los Estados como sujetos de derecho, por lo que, en la medida en que no reconoce a los pueblos como sujetos, tampoco reconoce el derecho a que éstos, los pueblos, puedan decidir sobre su futuro, esto es, niega de facto el Derecho a la libre determinación, y por si acaso, establece la cláusula de que son los Estados los únicos entes que pueden modificar el Tratado que se presenta.
Incluso en la convención (grupo de trabajo ) creada al efecto para dar forma al tratado, los partidos nacionalistas españoles, PP y PSOE, a través de sus grandes agrupaciones europeas, consiguieron que a los representantes parlamentarios vascos se les negara su participación en los trabajos preparatorios, llegando incluso al absurdo de que de todos los representantes de las Cortes Generales españolas (éstas sí que han participado en los trabajos de la convención) fueran única y exclusivamente, o del Partido Popular, o del Partido Socialista, negando a los ojos de Europa la diversidad identitaria y política tanto del Congreso de Madrid como del propio Estado español.
No garantiza el uso del euskera
Este Tratado, de manera consciente, sólo permite que los ciudadanos de los Estados de la Unión Europea (los vascos y vascas incluidas) se dirijan a las instituciones y organismos de la Unión únicamente en las lenguas oficiales de los Estados. En consecuencia, una parte importante de la población de Euskal Herria, que tenemos el euskera como lengua de vida, tendremos que utilizar otras lenguas para cualquier tipo de relación con una Europa que dice que nos representa. Mi compañero Mikel Irujo, único parlamentario euskaldun en Europa, no podrá, cuando llegue el momento, siquiera saludar al resto de representantes de la Eurocámara en la lengua que usa para trabajar, para comunicarse con sus amigos, para hablar con sus hijos.
No garantiza los derechos sociales
Pero es en los aspectos sociales donde este Tratado descubre su verdadera cara. Desde Eusko Alkartasuna vemos con preocupación el modelo de Europa que este Tratado dibuja. Un modelo que, lejos de convertirse en una alternativa al modelo estadounidense, en términos de contrapeso al papel de los Estados Unidos desde un punto de vista social, cultural, económico o geopolítico, apuesta por competir con los EE.UU. en sus mismos términos de productividad a toda costa.
El modelo que contempla el tratado constitucional europeo avanza hacia la quiebra del Estado del Bienestar, cuyo origen es, no lo olvidemos, eminentemente europeo. Nos encontramos ante una UE que apunta hacia la privatización de servicios como la sanidad o la educación, que potencia la mano de obra ‘‘adaptable’’ (flexibilidad laboral), que sustituye el derecho al trabajo por el derecho a que cada cual se busque la vida, que consagra el papel y la subordinación de los estados frente a la OTAN, etc… Instaura, pues, un modelo que tiende a la disminución del gasto público como mecanismo para atraer la inversión de capital a un entorno preparado para la obtención del máximo beneficio empresarial, beneficio que no estaría gravado por la lógica contribución social.
Éstas son algunas razones, pero hay muchas más, para decir no a este tratado que no nos reconoce como pueblo ni como sujeto de derecho, y que no reconoce nuestra lengua ni nuestra cultura. Como abertzales y socialdemócratas, decimos sí a europa votando, el próximo domingo, masivamente contra este Tratado. Así, cuando este texto sea rechazado nos habrán de presentar una auténtica Constitución en la cual los vascos, pueblo situado en los orígenes de Europa y de su pensamiento, podamos sentirnos indentificados.
Son momentos de rebeldía y de compromiso. Se puede y se debe construir otra Europa. Se puede y se debe avanzar hacia la Europa de los Pueblos y de las personas. Se puede y se debe dar un toque de atención y por eso este domingo día 20 un NO de futuro debe inundar las urnas de Euskal Herria.
Unai Ziarreta Bilbao es secretario general de Eusko Alkartasuna
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