Deia
Han pasado cuatro años, tan cargados de sucesos trascendentes y hechos significativos, que parece como si el 13 de mayo de 2001 fuese una fecha lejanísima que sólo queda al alcance de un esforzado recuerdo, tras una profunda excavación en la memoria. Aunque la historia, salvo en lo anecdótico y en dos o tres casualidades menores, nunca se repite, siempre cristaliza en experiencia, ese bagaje irreemplazable de enseñanzas, prevenciones y advertencias que nos hacen mejores y un poco más cautos: la ingenuidad es la antítesis de la inteligencia práctica. Básicamente, somos lo que aprendemos y lo demás son sólo viejas herencias sin mérito. Así que ahora que el lehendakari Ibarretxe ha convocado elecciones para el 17 de abril es necesario releer lo que sucedió un cuatrienio atrás y proyectar aquella experiencia sobre la Euskadi de hoy, de modo que los excesos de confianza, los mensajes henchidos de entusiasmo y los sutiles y renovados disfraces de los estrategas del Estado no engañen ni desmovilicen a la mayoría social vasca, todo ello para volver a confiar en lo que entonces le dio la victoria, un triunfo histórico sobre la España airada y rasa. La memoria contra el olvido: éste es el lema de la libertad precavida.
Sé lo que hicisteis las últimas elecciones, estimados socialistas. Y no fue muy distinto de lo que ahora se pretende. Si entonces el mensaje del PSOE era una llamada agresiva al desalojo de los nacionalistas del poder, también vuestro mensaje de ahora contiene esta propuesta excluyente, sólo que ligeramente edulcorada con el lánguido talante de Zapatero y la futilidad de Patxi López. No ha cambiado el fondo del discurso socialista, sólo las maneras. Hace cuatro años, lo sabemos bien, unisteis ideología y programas con la rancia derecha españolista para llevar a cabo, más que un desalojo natural del nacionalismo, un desahucio brutal al estilo con que los señores feudales expulsaban de sus tierras a sus siervos. Creísteis entonces, como pensáis ahora, que el autogobierno es una concesión que puede revertir al Estado, negando los derechos democráticos e históricos de la sociedad vasca, y que por eso os creísteis llamados por la urgencia de salvar a la patria -española, por supuesto- de una segregación no planteada. Y porque aquella operación de ira y revancha se saldó con una frustrante derrota, cuatro años después sólo habéis variado la estética para no soliviantar a la gente y, por la vía del buen talante, unir, si os salen las cuentas, vuestros votos a los del PP para la reconquista española de Euskadi. Vuestra excusa de entonces fue el Pacto de Lizarra y el pretexto de hoy es el Estatuto Político de la Comunidad de Euskadi, luego seguimos igual. La unidad estratégica antinacionalista no fue coyuntural, sino todo un acuerdo de Estado tomado en el seno del Pacto Antiterrorista, que sigue vigente, con la adhesión de todos los poderes españoles, del económico al militar, pasando por el mediático y hasta el eclesial. La acritud de Rosa Díez, Enrique Múgica y Gotzone Mora, entre otros, son el eco perenne del mensaje fracasado de Nicolás Redondo, que quiso ser lehendakari a la fuerza. Y si en 2001 el oficiante del acuerdo PSOE-PP, en aquella ceremonia grotesca del Kursaal, fue Fernando Savater, el celebrante en 2005 es Joseba Arregi, ordenado por los poderes del Estado pontífice de la constitucionalidad y para lo que le han habilitado todos los púlpitos y donado canonjías. Un simple cambio de cura y un retoque de escenario para el mismo casamiento entre socialistas y PP el 17 de abril.
Sé lo que hicisteis las últimas elecciones, conciudadanos del PP. Por vuestra soberbia sigue aún condicionada la política vasca y la española: la contaminación del diálogo mantiene sus impurezas y no ha sido restaurado el respeto a las ideas, porque hay opciones ilegalizadas, ni la pluralidad democrática se ha recobrado de la pesadilla del pensamiento único. Vuestra frustración no ha cicatrizado y seguís pensando que la sociedad vasca no está madura para un cambio que no desea, como si el PP fuera el patrón de la libertad y no tuviera pendiente su tránsito efectivo del franquismo residual a la democracia. La resurrección del autoritarismo, la identificación del nacionalismo vasco con ETA y el aprovechamiento del dolor de las víctimas fueron vuestras señas de identidad, corporeizadas en Mayor Oreja, Aznar y el simplísimo Iturgaiz. No se percibe, cuatro años después, un atisbo de catarsis, ni siquiera, como los socialistas, un cambio de talante. De Aznar a Rajoy, como de Jaime Mayor a María San Gil, no hay distancia de fondo ni un nuevo estilo. Es la cerril contumacia. Es la continuidad de la política provocadora y el proyecto de que, a toda costa, Euskadi se gobierne en español antiguo.
Sé lo que hicisteis las últimas elecciones, distinguidos rectores del poder mediático. Y no aprecio que hayáis realizado un balance cabal de lo que fue la irresponsable intervención de muchos medios en 2001. Los mensajes ásperos de entonces, su tendenciosidad hiriente y el préstamo de espacio a airados columnistas y groseros tertulianos se mantienen en gran medida. ¿Se percatan los medios de que su carga irracional en el tratamiento de los temas vascos -por exceso en los adjetivos y por defecto en el simplismo- pervierte la calidad democrática del Estado y merma la cultura política de los ciudadanos? Todo parece indicar que se repetirá el error de vuestra apuesta por la unidad de destino PSOE-PP, como parece confirmarse el fatalismo de que la prensa española no sabe o no quiere vivir sin la agitación mercadotécnica de las emociones en torno al problema vasco. Si el periodismo español sigue la senda de Pedrojota y otros cínicos, indefectiblemente se hundirá en el descrédito.
Y sé lo que hicisteis las últimas elecciones, amigos nacionalistas. Fue el tesón, el trabajo y el fervor resistente lo que os dio la victoria. Fue la unidad en torno al mensaje de los cuatro síes del lehendakari Ibarretxe (sí a la vida, sí al diálogo, sí a la solidaridad y sí al respeto de todas las ideas), lo que os elevó la moral para soportar, como en otros difíciles momentos, una prueba que iba más allá de una contienda electoral, tal vez el ser o no ser de Euskadi. Aquello no puede olvidarse, porque las cosas están más o menos como entonces: no van sólo contra el nacionalismo, sino contra toda una sociedad cuya amplia mayoría quiere poder decidir su futuro y establecer las bases para la paz, el progreso y un autogobierno moderno y con garantías. Vuelven a estar juntos PP y PSOE, porque nunca dejaron de entenderse. Que no os engañen la estética y el discurso amable de Zapatero, porque esconden el mismo proyecto excluyente de Aznar y su objetivo es la desmovilización vasca. Creo que el mensaje de la mayoría absoluta es un error psicológico y que debe ser, en su formulación, más humilde y menos táctico. Por eso, hay que tomarse las cosas como hace cuatro años: con total cohesión en el trabajo, con pleno respaldo al lehendakari y el Gobierno vasco y advertidos de un peligro uniformador que procede de España, huyendo del exceso de confianza y el triunfalismo ingenuo. Las elecciones se ganan por realismo y se pierden por presunción.
José Ramón Blázquez
1 comentario:
Los españoles ya tienen en la práctica su alianza electoral acordada.
Los vascos no, porque el dogmatismo sostiene que primero está la ideología y luego la Nación Vasca y que es preferible negociar con los ilegalizadores que con otros nacionalistas vascos.
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