El 26 de abril de 1937, hace 69 años, habían pasado pocos minutos de las 4.30 de la tarde cuando el monaguillo de la Iglesia de Santa María, que alzaba su mole en el centro de Guernica, vio la llamada de alarma que le realizaban "gudaris" (soldados vascos) agitando banderas desde el monte de Aixerroa. El chico subió corriendo a la torre y, con algún amigo, hizo redoblar furiosamente las campanas. Venían aviones enemigos.
"No teníamos alarmas ni armas antiaéreas, tampoco teléfono, así que siempre había un grupo de militares en el monte controlando el horizonte. Vieron llegar la primera oleada de aviones e hicieron flamear las banderas. Ni nos imaginamos que los bombardeos y ametrallamientos iban a ser devastadores durante tres horas". La emoción traiciona a Pablo Izaguirre Ormaechea cuando evocó aquellas horas terribles ante Clarín.
Guernica es la ciudad santa de los vascos, que alberga la Casa de Juntas y sus derechos históricos y sobre todo el famoso Arbol de Guernica, el roble tradicional donde se reunían los señores de Vizcaya, y el rey de España juraba respetar sus fueros.
Los vascos con su Iglesia Católica y sacerdotes acompañándolos, estuvieron con los republicanos en la guerra civil, que había comenzado en julio de 1936, porque respetaban las libertades vascas. Pero eran católicos, y el bando fascista de Francisco Franco ardía de furia ante la "traición" de los vascos.
Cuando llegó la ofensiva del norte, los vascos resistieron el avance de los franquistas que avanzaban apoyados por las tropas y la aviación enviadas por Adolf Hitler y Benito Mussolini. Y los mercenarios de Marruecos de una inaudita crueldad.
"En la guerra de España mis aviadores tuvieron oportunidad de conseguir mucha experiencia para la Segunda Guerra Mundial", afirmó Herman Goering, mientras era juzgado en Nüremberg. Guernica era todo un símbolo para los vascos que no se rendían, y Franco decidió un escarmiento. El jefe de la Legión Cóndor alemana, Wolfram von Richtofen, les aseguró que con sus aviones Heinkel He 111, Dorniers, Junkers y Messerschmitt la ciudad sería arrasada con un bombardeo masivo de bombas incendiarias y explosivas.
La aviación italiana, un dato que muchas veces no se tiene en cuenta, se incorporó a la experiencia de la destrucción total de la ciudad y su población civil. Guernica y la guerra civil española fueron un prólogo de las destrucción que siguió en la Segun da Guerra. Alemanes e italianos sufrieron en carne propia, los efectos de bombardeos tremendos cuyas técnicas de destrucción se divulgaron gracias al martirio de Guernica.
Había una fábrica de armas y un puente en los alrededores de Guernica, y esas circunstancias se utilizaron después para justificar el genocidio. Pero, cuando terminó el ataque, el puente y la fábrica seguían intactos. Ante la ola de escándalo internacional que provocó la destrucción de la ciudad, los franquistas y sus aliados nazis y fascistas se inventaron la patraña de que la ciudad había sido destruida... por los propios vascos en retirada ayudados por dinamiteros asturianos.
Pero había testigos de quienes eran responsables de la espantosa tragedia entre otros el periodista británico George Steer, del periódico conservador The Times. Relató la verdad de la devastación de Guernica.
Un héroe de guerra alemán, que vivió mucho tiempo en Argentina, el general Adolf Galland, tuvo la valentía en la postguerra de reconocer que la destrucción de Guernica fue obra de la aviación alemana.
Todo se precipitó a partir del 20 de abril de 1937 cuando los franquistas lanzaron una poderosa ofensiva. Guernica que tenía unos cuatro mil habitantes se colmó de refugiados y "gudaris" que se retiraban peleando sin esperanzas. Guernica quedó a solo quince kilómetros del frente.
Pese a todo, los vascos seguían luchando y el general Emilio Mola, les prometió por radio que para castigarlos arrasaría con las ciudades vascas. Cumplió su palabra. Mikele tenía 14 años cuando empezó el ataque. "No teníamos nada para defendernos. Los aviones volaban muy bajo. Recuerdo, con odio, que los cazas disparaban contra todo lo que se movía. La gente corría a refugiarse y los aviones los destrozaban".
En la Iglesia de Santa María, Pablo Isaguirre se refugió en la torre con su madre. "Estaba llena de gente. Pensamos que íbamos a morir. Nos llegaban oleadas de un calor asfixiante. El ruido de las explosiones nos mantenía pegados al suelo. La gente rezaba y lloraba. Tres horas así. Cuando salimos había incendios por todos lados. La gente caminaba como fantasmas".
Cuando los bombardeos terminaron, siguieron explotando las bombas que no habían detonado. Los depósitos de agua estaban destruidos. Los franquistas le echaron después la culpa de la destrucción ¡a los bomberos vascos! "Los incendios lo iluminaban todo. Recuerdo que en la oscuridad iluminada por el fuego se escuchaban gritos espantosos de gente que llamaba a sus familiares: ¡Madree, Padreee, Iñakiii, Mikeeele! Había mujeres enloquecidas buscando a sus hijos", relata Izaguirre. Los incendios continuaron hasta que se apagaron solos. Guernica estaba destruida y más de dos mil personas habían muerto. Había muchos heridos y una devastación que no se borrará de la memoria histórica.