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14 de mayo de 2006

CARLOS GARAIKOETXEA: «El final de la violencia va a ser bastante más sencillo que la mesa de diálogo»

El Correo
Carlos Garaikoetxea previene antes de empezar: hoy es tan sólo, asegura, «un 'outsider'» de la vida partidista, aunque esa declaración de intenciones no le lleve a eludir cuestiones más o menos comprometidas. Con el recuerdo fresco del pasado reciente y la vista puesta en la 'cuestión navarra', el ex lehendakari parece más confiado en el logro de la paz que en el resultado de una futura negociación política.

-¿Va a ser Zapatero el presidente español que logre el final de ETA?

-Creo que va a ser el presidente bajo cuyo mandato la sociedad vasca presenciará el final de la violencia. Tengo esperanza acompañada de una seria cautela, porque la experiencia aconseja tenerla.

-La confluencia de las fuerzas nacionalistas en Lizarra no funcionó. ¿Fue un fracaso que no cabe repetir?

-Es lógico que los partidos que, desde el respeto a las reglas democráticas, tienen afinidades importantes compartan una unidad de acción si es posible. Aquí existe el tópico de que esas alianzas son normales menos, por lo visto, entre nacionalistas, porque entonces son excluyentes y totalitarios. Y resulta que cuando el nacionalismo es minoritario, como en Navarra, se ve arrojado a las tinieblas. Cuando el PP y su franquicia dicen que hay que blindar el estatus de Navarra, pretenden hacer imposible que tengan vías expeditas otras concepciones legítimas. ¿Ay si dijéramos eso donde los nacionalistas podemos ser mayoritarios! Seríamos peores que Hitler.

-¿Cree que los abertzales debe sentarse a una mesa de negociación con un pacto cerrado o pergeñado sobre el derecho a decidir?

-Ir con algo cerrado sería una actitud cínica. Pero también soy contrario a otro tópico que funciona en este país, según el cual la transversalidad es una condición 'sine qua non'; en Navarra no funciona y nadie se escandaliza. No vamos a incurrir en el mismo vicio, pero tampoco debemos caer en la trampa de 'si no participo yo, no hay transversalidad y me arrogo un derecho de veto'. Eso es una trampa que, explicada con una retórica más o menos habilidosa tipo (Ramón) Jáuregui y compañía, cala.

-Parece inevitable que un acuerdo en Euskadi debe recabar el apoyo, al menos, de uno de los partidos que pueden gobernar el Estado.

-Sí, claro, como el 90% que consiguieron en Cataluña y que fue cepillado luego. Somos muy escépticos, al menos yo lo soy. Éste va a ser un proceso muy complicado. El final de la violencia va a ser más fácil, mucho más viable; la negociación entre ETA y el Estado va a ser bastante más sencilla que esa mesa de diálogo político o de normalización, porque después de superar las dificultades domésticas en Euskadi, vendrán el señor Guerra y sus mariachis con la garlopa. Creo que tendremos que vivir una crisis política bastante duradera en ese tira y afloja, que sí hay que esperar que sea en términos estrictamente pacíficos, democráticos y firmes, en los que el mundo civilizado, Europa, pueda ser testigo quizá de cómo una resolución mayoritaria en el País Vasco es ignorada y rechazada sistemáticamente.

-Cuando vaticina una crisis duradera entre Euskadi y el Estado, ¿en qué está pensando?

-Crisis yo llamo a un período de desacuerdos, de tiras y aflojas. La tradición jacobina del Estado español y, sobre todo, sus eximios representantes actuales no parecen aportar demasiadas esperanzas al respecto. Esta batalla democrática va a ser difícil y dura, y exigir mucha convicción y consecuencia en el mundo del nacionalismo. Y eso nos preocupa mucho.

El «arreglajo» catalán

-El lehendakari decía recientemente que cree que Zapatero es consciente de que la solución pasa por respetar la voluntad de los vascos.

-Hombre, a mí me gusta decir cosas amables de los demás. Pero de ahí a que crea de 'pe a pa' que Zapatero va a respetar lo que decidan los vascos después de la experiencia de Cataluña, del arreglajo con Mas... Teniendo en cuenta no su actitud personal, que puede ser superior a la media en cuanto a receptividad, sino todo su entorno, francamente no soy nada optimista. Pero en el corto plazo tampoco va a haber nadie con ese talante, y empleo la palabra muy en serio, así que hay que intentarlo. Pero insisto, esto va a ser largo.

-Es decir: hay que buscar una solución con él o no habrá otro mejor.

-De momento no se ve a nadie y no creo que hasta la fecha lo haya habido. De manera que eso todavía da más importancia a mi pesimismo. Suárez tuvo arrojo superior al de ningún otro, Calvo Sotelo fue un perfecto inútil y Felipe, muy cuco: una persona encantadora, pero entramos en el período de sequía más grande. Todo es relativo. En 1977 nos jugábamos la vuelta a la dictadura, eso que algunos consideran una claudicación, desde su estupidez y su dogmatismo. Teníamos que negociar un Estatuto para apuntalar el país, porque si no se nos caía.

-Batasuna se congratula de haber acertado hace 30 años.

-Esos profetas que dicen ahora que hay que respetar la voluntad de los navarros y nos llamaron traidores por haber arrancado la famosa Transitoria Cuarta de la Constitución. Lo único que se les puede pedir es un poco de autocrítica.

-Sin el derecho a decidir, ¿se cerrará en falso el problema vasco?

-Sí, sí, sí, seguirá el conflicto, Dios quiera que en términos civilizados y democráticos, pero la crisis persistirá. No se pueden hacer traslaciones exactas, pero en el modelo de Quebec hay una pista sobre cómo encarar estas cosas: no se puede tener permanentemente a raya a una mayoría democrática, si es que existe, en demanda de una cuestión que no es producto del capricho, sino un conflicto histórico. Lo es, y vuelvo a Navarra, también en su dimensión territorial. El problema de la territorialidad, que es el más espinoso y el que hoy se está explotando por los medios más reaccionarios del Estado, ha existido siempre porque hay una realidad incontrovertible: los historiadores de la Antigüedad ya llamaban a esto Vasconia.

-El 49% no se puede imponer al 51%, pero el 51% quizá tampoco resulte suficiente.

-El otro día, Patxi López se permitió decir que eso de la autodeterminación y la territorialidad es cuestión de unos pocos. Hombre, de unos pocos... Y si lo somos, no sé por qué les preocupa tanto una consulta popular.

-¿Aceptarían un resultado que no respondiera a sus expectativas?

-Por supuesto. Es mucho más nacionalista, y nacionalismo del malo, el artículo 2 de la Constitución, que dice dos veces que la unidad de la patria es indisoluble. Hay un nacionalismo de carácter impositivo, que dice a los demás lo que pueden aspirar o no a ser, y hay otro de autodefensa, que puede tener sus desmesuras y derivas aberrantes a veces, pero que no quiere imponer nada a los demás.

-La actual dirección del PNV se ha alejado de las posiciones de Lizarra y aboga por un pacto transversal. ¿Es factible reeditar la coalición?

-Si se volviera al compadreo de los 14 años del tándem Ardanza-Arzalluz, en los que se llegó a decir por parte de Ardanza en el Club Siglo XXI que 'engaña al pueblo vasco el que dice que el Estatuto es un medio y no el fin', sería difícil llegar a un acuerdo; la gente le echa la culpa a Ardanza, pero el que mandaba era Arzalluz, aunque hoy desde la barrera exija más radicalismo que nunca a todo el mundo. Por lo que veo, en el PNV hay distintas tendencias y habrá que distinguir el grano de la paja: la retórica que suena bien en Madrid y en todas partes, que es una forma de hacer política, de sus intenciones íntimas. Habrá que hablar, en definitiva, de si es posible o no un programa común. Pero tengo que respetar lo que decida el PNV y no entraré a juzgar ni a Imaz ni al llamado sector de Egibar, supongo que alentado entre bastidores por otros conmilitones.

-¿Pero usted es partidario de repetir la alianza?

-No me voy a pronunciar, porque yo he reprochado a quienes, en lo que yo llamo la venta del burro, adelantaban su disposición y desbarataban una posición negociadora. Daría un pésimo ejemplo. Lo que sí creo es que en esta coyuntura política y si el PNV mantiene la línea de los últimos acuerdos de Gobierno, la colaboración que se plantea como posible en el futuro, si existe previa coalición, puede mantenerse dados los desafíos que hay a la vista. Porque el mundo de Batasuna todavía plantea muchas incógnitas que espero que se resuelvan satisfactoriamente, que pueda entrar en el juego político. Lo que no sé es si eso será posible a diez meses vista. Así de claro.

-La incógnita es si EA tiene sitio si concurre a las urnas en solitario.

-Si analizamos su coherencia histórica y la asunción de la única alternativa al centro-derecha en el mundo occidental, que es la socialdemocracia y no ese socialismo de puño en alto y dogmatismo, claro que ese espacio existe. ¿Por qué se han desgajado de Batasuna Aralar y demás, diciendo lo que hemos dicho nosotros siempre?

-Esta semana, Rafa Larreina ha criticado en su blog con dureza a Imaz. Usted no parece fiarse mucho del PNV, pero se le ve menos confiado aun en la izquierda abertzale.

-Lo que simplemente procuro es no dar bandazos. Llevamos más de 25 años de una metamorfosis que está en trance de realizarse en Batasuna, y yo no hago más que esperar para comprobar que se da. Es algo muy difícil, porque un partido no consiste sólo en las líneas maestras ideológicas, sino en una cultura política, hasta en una estética de la política. Volviendo a su pregunta, la declaración de Rafa Larreina hay que juzgarla en su contexto y fijarse en su tono emocional: estaba justamente dolido por lo que parece que era un boicot del PNV en las conversaciones preparatorias de esa mesa de partidos, lo cual resulta escandalosamente desleal. Y sí alertaba, de todas formas, sobre una involución hacia posturas del pasado que he citado antes.

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