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15 de octubre de 2007

Conferencia de Carlos Garaikoetxea en la Fundación Sabino Arana


Euskadi Munduan

Geure etorkizuna euskal herriko garenez eta euskaldun izanik landu eta garatu nahi dugunok, geure buruari lehenik galdetu behar dioguna zera da: Euskal Herriaren edo euskal herritarron nor izatea berma lezaketen gizarte prozesuak zeintzuk diren eta nola aitzinerazi ditzakegun. Eta gaur egun, pertsona batzuek Euskal Herriaren existentzia bera zalantzan jartzen dutenean iragana eta etorkizuna duen herri bezala, honelako hitzaldi batek, herri honen bizirik irautearen sekretuari buruzko gogoeta batekin hasi beharko luke.

Gizon emakumeok geure nor izatea gizartearen baitan, artekotzan (etxean, auzoan, lagunartean, jolasean, lanean, eskolan, ...) lortzen dugu. Horrela lantzen da bakoitzaren sentitzeko, pentsatzeko eta jokatzeko izaera landua, berezkoa ez dena, kulturaz irabazia baizik. Euskal Herriak (euskal herriek, euskal auzoek eta euskal etxeek, euskal herritarrek ...) euskarazko nor izateari jarraibidea eman izan diote eta ematen diote oraindik ere. Nor izate horrek etorkizuna irabazi badio bere buruari gaur arte, egunorokoari, berta-bertakoari, zuzeneko artekotzari esker izan da, nagusiki. Etxeko eta auzoko egunoroko bizitza eta horiekiko atxikimendu afektibo-sinbolikoa izan dira, hainbat pertsonek munduan beren buruak euskalduntzat edo euskal jatorriko aitortzeko eta aitortza horri eusteko sustrai biziak.

Azken bi mendeotan, Frantziako eta Espainiako estatu boteretik euskal herrigintzaren eta, oro har, euskalgintzaren kontra burututako eraso bortitzek eragin negargarria izan du euskal artekotzan. Baina, hala ere, ez dago hilik euskal herria, bizi da, eta jarraibidea eman nahi dionik bada. Ba gara.

Hori bai, artekotza hori komunikazio sistema bezala garatzen eta aldatzen da. Gaur egun, etxerik euskaldunenen arteko komunikazioa ere, erabat mediatizatuta dago. Media izugarriek gainegitura berriak sortu dituzte, edozein herri aurreraturen etxe barruetaraino sartzen direnak, protagonismo komunikatiboa bereganatzeraino. Media horiek bi alde dituzte: bitarteko soil izatearena, bata, eta, eskaintzen dituzten edukiena, bestea. Baina, komunikazio horretan zer den euskalgintzari, euskal herriari, euskal artekotzari ...jarraibidea eta etorkizuna eskaintzen diona eta zer den kontrakoa egiten duena, galdetu beharrekoa da noski.

Herrien baitako auzokideen gizarteratzea eta beren egunoroko gizarte bizitza, erakunde edo instituzioen bidez garatzen da. Eta erakundeak subjektu historikoen behar eta erantzunen arteko elkarrizketa historikoaren islada dinamikoa dira. Arazoa azaltzen da subjektu horiei, hara nola Euskal Herriari, beste subjektu batzuk erakundeak sorkuntzaren prozesu historiko hontan, trabak jartzen dizkienean, edo eta normalki garatzeko beren baitan zailtasunak dituztenean. Gure Herrian gertatu izan dena eta gertatzen dena, baina herritarren gehiengoak gainditzeko erabakia du, eta hortan datza gure etorkizunaren arrakasta.


Decía que al abordar un tema tan ambicioso como el del papel de “Euskalherria, o su concreción política Euskadi, en el mundo”, no está de más empezar por una breve reflexión sobre la realidad de este pueblo cuya propia existencia incluso se empecinan hoy algunos en negar. En recientes debates políticos hemos escuchado, estupefactos, a líderes políticos que calificaban literalmente a Euskalherria como “un invento”, una “quimera”, una “entelequia” y, recientemente en el último mitín electoral del máximo líder de la derecha española, como un “proyecto fantasmagórico”. Yo mismo me sentí obligado a replicar en los periódicos que tuvieron a bien publicar mi respuesta, que desde el diccionario enciclopédico español Espasa hasta la Enciclopedia Británica reconocían ese pueblo vasco en las siete provincias (incluidas las dos navarras), y que desde los clásicos Johanes de Lizarraga o Axular hace siglos, pasando por personajes tan poco sospechosos como Espoz y Mina que afirmaba, “Alava, Guipuzcoa, Vizcaya, en intereses y nacionalidad siempre unidos a los navarros”, por no referirme a nuestros bardos populares, el concepto de Pueblo Vasco, Euskalherria, ha pervivido incluso en la reciente legislación española. El Estatuto Vasco, Ley Orgánica de especial rango, al tiempo que afirma que el “Pueblo Vasco o Euskalherria, como expresión de su nacionalidad”, tiene derecho al autogobierno, añade más tarde que Alava, Gipuzkoa y Vizcaya, así como Navarra tienen derecho a formar parte de ese pueblo autogobernado, si así lo deciden sus respectivos pobladores. Un reconocimiento explicito de esa comunidad natural (el legislador no habla de los territorios del Estado Francés por razones obvias), a la que reconoce su derecho consecuente a tener sus propias instituciónes políticas, en expresión de su nacionalidad.

Nunca ha sido pues tan feroz la negación de la existencia de un pueblo vasco compuesto por sus siete territorios (al margen de cuál haya de ser su concreción política e institucional), como en el momento presente. Aquella Diputación Foral de Navarra que en 1868 hacía un llamamiento solemne a la Diputaciones de los territorios hermanos vascongados “invitándoles, literalmente, a unirse en la asociación más íntima…por tradición, lengua, cultura etc”, ese “Gu gaurko euskaldunok…” que reza al principio del texto del monumemto a los fueros de Pamplona-Iruña, ha sido sustituído por una imponente ofensiva desgarradora, no ya de un ente político institucional cuya concreción puede ser objeto de discusión, sino de la propia comunidad natural, cultural, tantas veces afirmada en el pasado. Es cierto que las divisiones político-administrativas, “francesas”, “españolas”, Vascongadas y Navarra y otros elementos disgregadores venían incidiendo, junto con la regresión del euskara, (el elemento de cohesión cultural más importante de una comunidad), en ese riesgo desintegrador del País. Pero la actual ofensiva persigue un designio evidente: ya que Euskadi es un problema, reduzcámoslo a su menor expresión territorial posible.

Pese a todo, la conciencia colectiva de este Pueblo, aunque a diferentes ritmos en sus territorios hoy divididos por una frontera o una división político-administrativa, se fortalece y proclama una realidad nacional cuya notoriedad en Europa es, tal vez, mayor que nunca.

La lengua, elemento de cohesión

He citado la lengua como elemento importante de cohesión, definitorio en buena medida de la identidad de un pueblo. Aparte de ese aspecto instrumental, muchos antropólogos entienden que, además, la lengua refleja la manera de ser cultural de una comunidad, y por ello la apropiación de la misma puede ser, a su vez, trasmisora y reproductora de los códigos de relación cultural que dieron origen a tal lengua. Se trata pues, de la relación existente entre lengua, como el significante instrumental más importante de la cultura, y los modos de sentir, pensar y comportarse de una comunidad.

Me permito esta digresión porque a nadie se oculta que hablo desde mis convicciones nacionales vascas, que en buena medida tuvieron su germen importante en la observación, dolorosa, del terrible proceso de deseuskerización, especialmente en mi tierra navarra. Cuando, aún joven, asistía a la desaparición de los últimos vascoparlantes del valle pirenaico del Roncal y después de oír conmovido las palabras de la última anciana vascoparlante de uno de aquellos pueblos, escuchaba de boca de una vecina más joven que podía ser su hija que el pueblo “se nos llena de vascos los domingos”, como refiriéndose a gentes extrañas, se revolvía en mí la amargura de observar la alienación, que a veces desembocaba en autoodio, de quienes habían perdido su principal referente cultural desde tiempo inmemorial. También he recordado en ocasiones, la anécdota de aquel anciano al que saludé en euskara en una zona ya deseuskarizada y gratamente sorprendido por sus respuestas en euskara le pregunté cómo había conservado el idioma en aquel valle prepirenaico. “Es que yo fui de muy joven a America y allí lo seguí hablando con otros. Aquí se ha perdido” me respondió…¡Triste suerte la de un pueblo que debe conservar así su lengua, pensé para mis adentros…! Viendo después en el mapa lingüístico de Bonaparte o en el de Irigaray el retroceso atroz del euskara a lo largo de los años, tomaba conciencia del riesgo de desaparición de una cultura milenaria. El destierro del euskara de la enseñanza, en ocasiones con métodos perversos; el estúpido papanatismo de una burguesía que despreciaba el idioma de sus propios abuelos como rasgo de aldeanismo, y, por supuesto, la absoluta proscripción del euskara de la vida oficial, nos llevó a la convicción de que este valor y otros que legítimamente debió proteger nuestro Pueblo requerirían un poder político que hiciera posible tal protección. Paradójicamente algunos, que jamás habían movido un dedo por el euskara, al menos para defenderlo, se permitieron reprochar a sus defensores la politización de la lengua…

Confieso, pues, ahora que recurren tantas veces a ese estribillo de que hay que desterrar las “reivindicaciones identitarias” quienes las tienen bien resueltas a costa de identidades ajenas, que quien les habla tuvo su primer revulsivo político en esas preocupaciones “identitarias”, tan reprochadas a los nacionalistas vascos, mientras a nuestro alrededor Estados poderosos consagran y salvaguardan sus identidades en constituciones dogmáticas y leyes para protegerse de influencias culturales ajenas, de inmigraciones que consideren desordenadas, o del desconocimiento del idioma de los sufridos inmigrantes, exigiendo su conocimiento previo para ser admitidos en el país de acogida…

Me convencí, también, y después pude comprobarlo, que poseer unas instituciones de autogobierno no sólo servirían para preservar las señas de identidad, el euskara entre otras, de mi pueblo. Deberían servir para trabajar por una sociedad más próspera, más justa y solidaria, mejor protegida contra el deterioro medioambiental, más solidaria también con otros países sumidos en la pobreza. Y, hoy, cuando Europa, o la globalización y sus consecuencias nos plantean nuevos retos trascendentales, el autogobierno de este pueblo que pese a tantos problemas visibles sobrevive con sus señas de identidad milagrosamente, servirá también para afrontar mejor estos nuevos retos. De todo ello quiero hablar más adelante.

Las instituciones del País. Pasado, presente y futuro

Pero volviendo a esas instituciones de autogobierno necesarias para el futuro de Euskalherria (uno quiere que toda Euskalherria sea Euskadi, que sea su concreción política), cuántas veces se nos ha objetado que esa concreción política no tiene pasado, que el País vivió fragmentado en sus instituciones forales, (de ellas les interesa su fragmentación, no el sustrato originario soberano). Así se ha pretendido paralizar la evolución institucional de un pueblo que mayoritariamente se reclama nación, para adecuarla a las necesidades de los nuevos tiempos. Señalaba al principio de esta intervención en euskara que las instituciones son el reflejo dinámico del diálogo histórico entre las necesidades y las respuestas de los pueblos, sujetos de ese diálogo. Pero como la historia, las necesidades y las respuestas tienen que evolucionar. Ya decía Heráclito que “no puede bañarse uno dos veces en el mismo río”. Pues la inmovilidad de las respuestas institucionales de un Pueblo sería como el agua estancada, sin viabilidad de futuro.

La realidad es que no fue Euskalherria, la que rompió violentamente con sus instituciones originarias, y no tuvo la oportunidad de optar por una libre adecuación a las nuevas necesidades de los tiempos tras la derogación foral. En este país se mitifica el pactismo como solución tradicional del País, pero la realidad es que aquí el pacto entre iguales no ha existido. Tras las derrotas del XIX o las dictaduras “se salvaban, en lo posible, los muebles”. Y tras la mayor crisis de las instituciones después de las derrotas del Siglo XIX, surgió de la conmoción subsiguiente que vivió el País, como en tantos otros pueblos de la época, la conciencia y reivindicación nacional. Por cierto, Koldo Mitxelena solía recordar que el euskara, al que calificaba de hecho emblemático de la realidad histórico-social vasca, había sufrido la misma suerte que sus instituciones de autogobierno.

Hace ya treinta años pactamos en circunstancias extremadamente difíciles por los riesgos de retorno a una dictadura y la habitual diferencia en las relaciones de poder de quienes negociábamos, un Estatuto de Autonomía. Sinceramente, si entonces hubiera previsto su progresiva degradación posterior con leyes de bases estatales que todo lo invadían, aprovechando los conceptos jurídicos indeterminados, inevitables en un texto como el estatutario, o los flagrantes incumplimientos en la atribución de competencias en él previstas, difícilmente lo habría aprobado en sus actuales términos. Y casi treinta años son suficientes para sacar conclusiones. Ni es posible destejer todo el entramado de aquellas leyes básicas estatales, ni podemos seguir clamando inútilmente por competencias estatutarias (37 según dictamen del Parlamento Vasco), algunas de tan escaso calado político, como la inspección de trabajo, o de tanta trascendencia para el futuro del País como la investigación científica y técnica. Era necesario un replanteamiento general, que el Parlamento Vasco aprobó en 2004 y el Parlamento Español ni siquiera se dignó debatir en la Comisión Constitucional correspondiente.

Y hoy el rechazo rotundo, a veces insultante, a la propuesta de negociaciones y consulta popular del Lehendakari, en cumplimiento de los compromisos asumidos por el gobierno PNV-EA-EB, no invita al optimismo. Se invocan desde las razones legales, (muy discutibles y, desde luego, superables si existiese voluntad política), hasta el habitual argumento de la existencia de ETA y la desigualdad de oportunidades que genera. Reconociendo los lamentables problemas convivenciales que ETA provoca, hay que recordar que el voto secreto en las urnas, no ha tenido objeción por tal causa para convocatorias reiteradas en plena actividad de ETA (Constitución, Estatuto, OTAN y tantas elecciones), y que la desigualdad de oportunidades parece más patente en la abrumadora presión mediática hostil a la propuesta del Lehendakari del Gobierno Vasco.

Que nadie se engañe! Lo que no interesa es una consulta en la que se teme que una mayoría de vascos proclame el derecho de Euskadi a decidir su futuro. Y para evitarlo, se rechaza el derecho a tal consulta y se desdeña la propia oferta de negociación previa.

Pues bien, si finalmente, se impide la consulta decidida por nuestras instituciones representativas (se anuncia incluso, el recurso a la fuerza), será lógico convocar elecciones para obtener el veredicto ciudadano. Y si, como viene resultando desde 1980, éste respalda a una mayoría nacional vasca, sin duda se avivará la presión democrática de esa mayoría en demanda del derecho a la autodeterminación del Pueblo Vasco. Con una particularidad: además de la presión democrática y la resistencia cívica en el seno del Estado, se intensificará el planteamiento en instancias internacionales.

La evidencia ante tales instancias de una mayoría democrática, sistemáticamente ignorada por el Estado, sólo resultará eficaz si tal mayoría no aparece contaminada por el estigma del terrorismo. Lo cual requiere la reconversión de ETA y su entorno en una opción política operativa con el resto de las fuerzas nacionalistas vascas. Aunque deseable, desgraciadamente no parece viable un consenso con quienes hoy ni siquiera aceptan completar el desarrollo del Estatuto vigente, y la “transversalidad” propuesta entre fuerzas vasquistas y estatalitas ya ha tenido su “test” en Navarra donde la Dirección del PSOE en Madrid, ha prohibido gobernar a los socialistas navarros con la 2ª fuerza política de Navarra, por ser vasquista. Esa transversalidad además de dar el derecho de veto en Euskadi a un partido estatal, siempre contaría con el doble veto posible de Madrid.

La traslación del problema al ámbito internacional en busca de una mayor tradición democrática de otros estados requerirá una adecuada acción exterior, que entre otras cosas, desmienta la frecuente confusión entre una aspiración democrática, legítima y mayoritaria de Euskadi, y el descrédito de la violencia. La presencia progresiva del Gobierno Vasco en capitales estratégicas de la política internacional debería suponer un importante estímulo en este objetivo. Además la ayuda de la diáspora vasca podrá contribuir a abrir nuevas vías para la resolución del conflicto, si somos capaces de aprovechar esa imponente red de colectividades presentes en centenares de entidades hoy existentes en 21 países del mundo. La actual era de las nuevas tecnologías puede contribuir a la revitalización de las mismas y, convertirlas en eficaces plataformas de proyección del conocimiento de la realidad y las aspiraciones del Pueblo Vasco.


Europa

Europa es, hoy por hoy, una mera unión de estados. Las regiones y naciones sin estado no tienen voz ni voto, y los tratados comunitarios apenas les reconocen una modestísima representatividad, dejando a los Estados la facultad de concederles mecanismos de representación directa ante las instituciones comunitarias. El llamado Comité de las Regiones es un simple organismo consultivo, compuesto por entes regionales y locales elegidos por estados, (y así se da la paradoja de que Luxemburgo o Malta tienen más representantes regionales que Gales o Euskadi), y aunque no deba desestimarse por completo su labor, su carácter consultivo y no vinculante le depara una influencia prácticamente nula en el proceso de constitución y el funcionamiento de la Unión.

Por otra parte, el Acuerdo de 2004 para el Sistema de Representación Autonómica del Estado Español, en particular la posibilidad de asistir a Consejos de Ministros Comunitarios tras una designación del representante de turno en Conferencias Sectoriales de la diferentes CCAA, evidentemente produce un grado de satisfacción muy diverso en función del grado de vocación histórica de autogobierno de las diferentes comunidades. Euskadi debe aspirar a otra presencia en Europa, directa y no mediatizada como ahora.

Pero conviene aclarar que Europa no es precisamente un ámbito propiciatorio para el respaldo a las aspiraciones emancipatorias de las naciones sin estado, como con cierta ingenuidad o demagogia se proclamaba en ocasiones desde ámbitos nacionalistas; ni tampoco es cierta la perspectiva de un veto inexorable de Europa a un proceso independentista gestado democráticamente y, desde luego, no contaminado por estrategias violentas, hoy más anatematizadas que nunca en Europa. Esa profecía del veto que recibiría Euskadi si se independizara, ha sido más bien una “amable” amenaza disuasoria desde los ámbitos del nacionalismo español. Amenaza que no es, precisamente, expresión amigable de quienes sólo nos ofrecen una convivencia acorde con sus concepciones, o, en caso contrario, su intención de arrojarnos de Europa.

Pero Europa es, ante todo, un espacio con solera democrática, cuyo juicio sobre procesos democráticos en el Pueblo Vasco que pudieran ser reiteradamente desoídos y aun violentamente reprimidos, sin duda tendrían mejor comprensión que la obtenida históricamente en el Estado Español o Francés.Y ahí radica nuestra esperanza en Europa.

Euskadi cumple sobradamente, por otra parte, los “Criterios de Copenhague” definidos en el Consejo Europeo de 1993, como condiciones exigibles a quienes pretenden incorporarse a la Unión. En 2006 alcanzamos una renta per cápita que es un 28% superior a la media correspondiente a la UE (en 3er lugar tras Luxemburgo e Irlanda). Estamos al borde del pleno empleo (3,4%, sólo por detrás de Dinamarca y Holanda), nuestro Índice de Desarrollo Humano (Renta + Esperanza de Vida + Nivel Educativo) se sitúa entre los mejores del mundo, (según el Eustat y siguiendo la metodología empleada por la ONU, el tercer lugar tras Noruega e Irlanda), y durante 13 años consecutivos la economía vasca ha crecido más que la europea.

El avance muy notable que nos ha permitido registrar el ejercicio de nuestra limitada autonomía, no puede hacernos olvidar las bolsas de pobreza y exclusión que persisten en nuestra sociedad. Aunque atendiendo a los datos que publica el propio INE, la CAV es, con mucho, la comunidad autónoma que garantiza el mayor nivel de cobertura y prestaciones sociales del estado superior al SMI y dedica a servicios sociales para personas mayores el 0,57 del PIB, siendo la media del estado Español el 0,35% del PIB.

Sin duda, queda un largo trecho por recorrer en nuestros esfuerzos en pos de una mayor cohesión social. Pero no cabe tampoco duda de que 30 años de autogobierno adecuadamente orientado, es mejora en calidad de vida y cohesión social y no simples caprichos identitarios.

Pero de éstos y otros datos sobre nuestro desarrollo económico y de los desafíos sociales trataré más detenidamente al referirme al gran desafío de la Globalización y la pobreza en el mundo y en nuestro entorno. Esta breve referencia a Europa sólo pretende subrayar dos cuestiones: Primera, que nuestro futuro político lo tenemos que jugar con inteligencia y decisión en Europa, espacio democrático que ya no entenderá respuestas brutales a reivindicaciones y procesos democráticos y pacíficos. Segundo, que no existen condiciones objetivas que hagan inviable o dejen sin sentido la aspiración a una presencia directa de Euskadi en la Unión Europea.


La Globalización

Asistimos a un cambio en el mundo, la Globalización, que constituye el suceso económico, político y cultural más relevante de nuestro tiempo.

Desde el punto de vista económico, por primera vez en la historia se consolida una economía global que conlleva una enorme expansión del comercio mundial y el aumento feroz de la competencia. El salto tecnológico, (y no estamos precisamente en vanguardia del mismo), crece exponencialmente en los países punteros en la materia y el “gap” tecnológico multiplica así la desigualdades económicas entre los países. El desarrollo tecnológico y científico puede alterar sustancialmente las condiciones de vida de la gente, incidiendo en la longevidad, la alimentación y la salud, y la inteligencia artificial es capaz de abrir una brecha digital aun más peligrosa entre países ricos y pobres. Estados Unidos, con el 4,7% de la población mundial dedica el 40.6% del gasto mundial en I+D. El coloso asiático (China, India) emerge espectacularmente y las corrientes migratorias desde los países más pobres se intensifican dramáticamente. La demanda de energía, el agotamiento de recursos y la degradación medioambiental son motivo de especial preocupación. Y todo ello conlleva consecuencias políticas y culturales muy importantes.

No se trata aquí de abordar “in extenso” este fenómeno. Solamente, citarlo a grandes rasgos para enmarcar el futuro de nuestro Pueblo en una nueva situación, en la que se debilitan progresivamente naciones-estado (y que a veces tratan de compensarlo con tendencias centralistas internas),y , al mismo tiempo se produce un resurgimiento de los nacionalismos, también los estatales.

Dice, con razón Manuel Castells: “Cuanto más abstracto se hace el poder de los flujos globales de capital, tecnología e información, más se afirma la experiencia compartida en el territorio, en la historia, en la lengua, en la religión y también en la etnia”.

Pero lo que también resulta evidente y motivo de preocupación es que esta globalización de enormes consecuencias políticas, económicas y culturales carece de un “Proyecto/Mundo” (Ricardo Lagos), de instituciones globales acordes con poder efectivo y que los enormes déficits legales, democráticos para afrontar la nueva situación, y su incidencia en los propios derechos humanos, reclaman desarrollos jurídicos e institucionales que responden a esa globalización, sin que ésta quede a merced de poderes hegemónicos tanto en lo económico, como en lo militar y tecnológico y provoque, por añadidura, un proceso de colonización cultural que coloque en riesgo de desaparición a muchas culturas locales, mientras crecen como reacción los fundamentalismos y la intolerancia.

Euskadi en la nueva situación

Nuestro pueblo ante esta situación tiene el desafío de afrontarla con éxito, y la responsabilidad de luchar por una resolución justa de los desequilibrios, desigualdades y consecuencias aberrantes derivadas de la misma.

Se trata de conseguir una economía competitiva, que deberá basarse fundamentalmente en la calidad de las personas, en el conocimiento e innovación en general, y en lo científico-tecnológico en particular, que además resulte compatible con una mejora de la cohesión social. Al fin y al cabo, la calidad de una sociedad se debe medir por la forma en que trata a los más débiles.

Euskadi debería ser un referente europeo en I+D+i, algo que exige un plan serio a largo plazo y creer de verdad en tal propósito. Lograrlo tiene un coste muy alto (especialmente teniendo en cuenta el expolio continuado al que nos tiene sometido el Estado incumpliendo la disposición estatutaria que nos otorga la competencia exclusiva en la materia). Pero no hacerlo tendría un coste mayor. El conocimiento es la materia prima esencial de la nueva economía y cuanto más pequeña es una comunidad, tanto más importante es la educación. El concepto de sociedad del saber no es nada nuevo. Hace décadas que autores como Daniel Bell o Peter Drucker hablaban de “trabajadores del saber”. Lo que si es nuevo, es el nuevo contexto en el que se enmarca hoy la Globalización de la economía mundial.

Para muchos altos dirigentes políticos y empresariales este nuevo concepto era poco más que un pretexto que la comunidad científica usaba para intentar conseguir más fondos de investigación, o que las industrias empleaban para lograr ventajas fiscales. En los últimos años, sin embargo, la idea de que vivimos en una era en donde la salud social y económica de la sociedad depende críticamente de su habilidad para generar conocimiento científico (y de todo tipo), se está generalizando en la política y en la empresa. Un análisis reciente revela que la mitad de las empresas USA que están creciendo más rápidamente son “compañías de conocimiento”, que venden sus habilidades y conocimientos más que producir productos o servicios.

El crecimiento económico, no ya de Euskadi, sino de Europa, va a depender decisivamente del grado con que la innovación se instale en el sector industrial y de servicios. Por de pronto el objetivo de la Cumbre de Lisboa, que apuntaba a convertir Europa en la economía del conocimiento más dinámica y competitiva, con una mejora del empleo y una mejor cohesión social, hoy por hoy, fracasa.

Quizá el desafío más importante que tiene hoy Europa en relación con sus competidores, (en general USA), es transformar ideas en productos, sacar la tecnología del laboratorio y llevarla al mercado con rapidez. Y en esto Euskadi, y menos el Estado Español, no van precisamente en cabeza de Europa. Aunque sea difícil, comparto plenamente el objetivo señalado por el Lehendakari Ibarretxe cuando habla de “La 2ª Transformación de Euskadi”, de la industria de la máquina a la industria del conocimiento, potenciando el actual sistema de ciencia y tecnología y la formación de las personas; nuestra principal ventaja competitiva.

Gary Becker, premio Nobel de Economía recuerda que “el capital humano es una forma de riqueza mucho más importante que los valores en las bolsas… y además no resulta afectado por las turbulencias en las bolsas”. Es, pues, vital un sistema educativo de calidad generalizada que fomente la creatividad de las personas. Además por primera vez en la historia de la humanidad, la mayor parte de las competencias adquiridas por una persona al comienzo de su trayectoria profesional, serán obsoletas al final de la misma. Así, no cabe más solución que la educación continuada. Y quizá no puede enseñarse a ser “creativo”, pero si evitar que la creatividad innata se pierda en un esquema educativo demasiado rígido.

En nuestro sistema científico-tecnológico es necesaria una mayor inversión pública y privada y aquí sí que procedería exigir una “deuda histórica”al estado por estos 27 años de incumplimiento de la ley, que se ha traducido en un enorme déficit acumulado de recursos públicos dedicables a la I+D+i. En el último debate de política general, el Lehendakari cifró esa falta de fondos transferibles por ley del Estado a la CAV en más de mil millones de Euros en los últimos 15 años. No estamos, pues, lejos de que se duplique en euros actuales esa deuda histórica. Sólo una apuesta decidida de los Gobiernos Vascos ha permitido paliar los efectos negativos de ese expolio de ingentes recursos para la investigación científica y técnica, que es, repito, un puro incumplimiento de la ley por parte del Estado.

La industria invierte en el presente, responde a las necesidades inmediatas del mercado. El Gobierno debe hacerlo, en el futuro, y en las inversiones de más riesgo que aseguren la competición a largo plazo. Al legislar, esto debe tenerse muy en cuenta. Una buena ley, más que apoyar simplemente a las industrias que ya son competitivas, debe ayudar a estimular la nueva generación de industria competitiva.

Todo esto requiere una organización institucional con participación de las diversas áreas de gobierno al mayor nivel posible, huyendo de la burocracia. Un marco en el que las mejores Universidades y centros puedan superarse. Huir del sistema funcionarial y la burocratización que tiene un efecto demoledor sobre el comportamiento creativo. Nuestros reguladores deberían tener en cuenta la máxima de Blake: “One Law for the Lion and Ox is Oppression”. Una política en la que participen en acciones concertadas la industria y la Administración, integrando de forma decisiva a la Universidad, será imprescindible.


Desarrollo Sostenible

Me he extendido algo en lo que considero el gran desafío para un país como Euskadi cuyo futuro debemos asegurar tanto en sus señas de identidad cultural, como en el desarrollo, la cohesión social y el bienestar de los ciudadanos. La insistencia en el factor I+D+i resulta una obviedad en las nuevas circunstancias. Sirva como orientación que, por ejemplo, nuestros salarios son ya un 25% más altos que la media española y si comparamos el coste/hora en euros en Euskadi es 21.4, en Portugal 8.3, en Chequia 5.4 o en Rumanía 1.6, por no referirnos a China o India (menos de un Euro).

El sostenimiento y la mejora del bienestar y el objetivo de alcanzar a este respecto las cotas de los países más avanzados de Europa, (cuyos costes salariales son más altos que los nuestros), nos empujan imperiosamente en la dirección antes señalada. Y todo ello prestando especial atención a que nuestro desarrollo guarde un estricto equilibrio en la preservación del entorno natural, dentro de las pautas que un ecologismo científico exija.

Cuando el calentamiento de la atmósfera es ya un dato comprobado (en los últimos 150 años se ha duplicado la concentración de CO2 (380(ppm), y el nivel del mar creció en la década 1980-1990 1.23cm., mientras en 1990 y 2000 creció 3.87cm), resulta incomprensible que USA, con un 4% de la población humana que produce el 30% del CO2 se niega a aceptar el protocolo de Kioto, y difícilmente las dos grandes potencias emergentes, China e India, van a poder asumir un modelo de desarrollo más severo que USA, que argumenta que la ratificación del protocolo significaría reducir en un 35% el crecimiento industrial del país.

Desde una ética solidaria con futuras generaciones aquí y en el mundo entero deberemos asumir y mantener el compromiso estricto para un desarrollo sostenible, seriamente sustentado en un ecologismo científico y contribuyendo, en la medida de nuestras posibilidades, a afianzar este compromiso en la comunidad internacional.

Euskadi ha vivido, como el resto del Estado un período calamitoso en lo que se refiere al respeto medioambiental tras 40 años de dictadura, en los que los desmanes urbanísticos y otras agresiones a la naturaleza se acentuaban como consecuencia de la ausencia de controles democráticos y la consiguiente proliferación de la corrupción. Y si alguna huella indeleble dejan estas situaciones de descontrol democrático, son, por su propia naturaleza, los desmanes urbanísticos y la destrucción de la naturaleza. Los derechos y las libertades se pueden reponer. Los desmanes urbanísticos perviven como herencia inexorable de un pasado que apenas tiene redención posible.

Una vez más, una apuesta decidida desde el autogobierno, la proximidad y el sentido democrático que pulse las preocupaciones de la sociedad, deben permitirnos cuidar con especial celo el equilibrio ecológico de este pequeño país y participar beligerantemente en la exigencia del compromiso de los poderosos en esa ética solidaria con las futuras generaciones a las que no podemos legar una naturaleza en vías de destrucción.


Pobreza

Desde una óptica solidaria, comprometida con las medidas de cohesión social, lucha contra la pobreza en nuestra sociedad y sostenimiento y mejora del estado de bienestar, resultaría incomprensible desde esa ética solidaria no expresar aquí un rotundo compromiso de nuestro país en la lucha contra la pobreza estremecedora existente en el mundo.

Peter Sutherland (Trilateral memorandum, march 1999), en su configuración virtual de una “Global Village” de 100 individuos extraídos de los diferentes continentes según sus ratios poblacionales señalaba datos bien expresivos, entre otros: el 50% de la riqueza del mundo estaría en manos de 6 personas (todas americanas), 70 serían analfabetos y 50 sufrirían malnutrición. Pasando de este cuadro virtual a la realidad global, se estima que 2.600 millones de ciudadanos del mundo, cerca de la mitad de su población, viven con menos de 2$ al día, y que 1.000 millones sobreviven en condiciones inhumanas, con una expectativa de vida de 40 años, frente a los 80 de nuestra sociedad occidental, mientras 100 de cada 1.000 niños, frente a 10 en occidente, mueren con menos de 5 años.

Euskadi debe ir en vanguardia en sus aportaciones para paliar tanta miseria al frente de los países más solidarios. Hasta hoy el Parlamento Vasco ha aprobado una ley para garantizar en 2012 la aportación del 0,7% de todo el presupuesto de la CAV. Hoy la aportación es del 0,5%, mientras la del Estado Español alcanza el 0,3%, incluyendo los créditos FAD que las ONG rechazan calificar como cooperación al desarrollo. (Aportación del Estado a la que la CAV aporta, claro está, su correspondiente 6,24% previsto en el Concierto Económico…). Ante un cuadro de pobreza tan estremecedor, la actitud frente a irremediables movimientos migratorios que se desatarán crecientemente con los fenómenos derivados de la globalización, deberá darse en nuestra sociedad una reacción de especial solidaridad humana, para contribuir a remediar o paliar el problema, generando oportunidades y condiciones de vida en los países de origen de los inmigrantes, e integrando solidaria y dignamente en nuestra sociedad a quienes lo precisen. Pero para ello resultará imprescindible un acuerdo con los estados para que esos procesos de integración social sean posibles en las respectivas comunidades reconociendo a éstas los instrumentos y facultades que los hagan viables con la racionalidad y los recursos necesarios.


Conclusión

El tema asignado a esta intervención, Euskadi en el mundo, podría exigir monografías que llenaran una biblioteca. Pero en este recorrido por algunas de nuestras principales preocupaciones he pretendido dejar clara mi convicción de que nuestro pueblo tiene derecho a defender sus señas de identidad, cuando lo “identitario” tantas veces es aludido maliciosamente por los que tienen bien asegurada su propia identidad, a veces a costa de la de los demás; que tal objetivo y el de trabajar por un futuro de progreso y solidaridad en nuestro pueblo y en el mundo frente a desafíos sin precedentes, justifican nuestra lucha por un autogobierno que nos permita optimizar los recursos de nuestra sociedad para afrontar tales desafíos y, desde luego, sobrevivir como pueblo vasco en este mundo globalizado en el que, precisamente las personas que han moldeado su ser personal en una cultura, se aferran a la misma como el entorno natural que da sentido a sus vidas.

El autogobierno no es, pues, una obsesión nacionalista carente de aspiraciones legítimas ni una mera ensoñación romántica. 28 años de un autogobierno limitado, negociado en circunstancias difíciles a la salida de una dictadura, y recortado en su desarrollo unilateralmente por los poderes del Estado, han permitido resolver las grandes urgencias del País, sumido al final de la dictadura en una profunda crisis cultural, económica y social. El euskara estaba en una situación dramática, pero el empleo o los deficits infraestructurales o el declive de nuestros sectores industriales básicos, en idéntica situación. Con recursos propios extraordinarios, ha suplido la inversión en I+D y en otras competencias cuyos fondos se niega a transferir al Estado. A pesar de ello la Comunidad Vasca tanto en investigación y desarrollo como en iniciativas de solidaridad social, sean rentas básicas para los más necesitados o aportaciones al tercer mundo, se ha situado notablemente por delante del estado español.

En la nueva etapa que hoy afrontamos, con todos los desafíos sin precedentes a los que me he venido refiriendo, la sociedad vasca tiene derecho a decidir un nuevo marco político. Un nuevo marco en el que toda Euskalherria, con los ritmos y el avance de la convicción social que democráticamente resultan necesarios en sus diferentes entes político-administrativos actuales, comparezca con voz propia en la Unión Europea como un viejo pueblo europeo que ha sido capaz de salvaguardar sus señas de identidad y hacerlo en vanguardia del progreso y solidaridad social.

He dicho con los ritmos y el avance en la convicción social que democráticamente resulten necesarios en los territorios de Euskalherria que desgraciadamente permanecen separados: La Comunidad Autónoma Vasca, Navarra e Iparralde. Es evidente que la CAV encarna hoy ese grado de convicción social que la convierte en portaestandarte de la reivindicación nacional, con toda la importancia y la “vis atractiva” para el resto del País que su entidad demográfica y su propio desarrollo económico social y cultural puede representar.

Es radicalmente falso que Navarra hace 30 años fuera secuestrada de un proyecto común por insuficiente interés del nacionalismo mayoritario Seguramente fue la batalla más enconada en el período constituyente la que supuso la exigencia de dejar claro en el Estatuto Vasco que Navarra, al igual que Gipuzkoa, Alava o Bizkaia en “expresión de su nacionalidad”, tenían derecho a formar parte de una misma comunidad política, (lo que implícitamente, afirmaba la existencia de una comunidad natural), dependiendo de la voluntad de sus respetivos habitantes. Por desgracia entonces no se logró aquella adhesión de Navarra por escaso margen (antes de la deserción del PSOE y con el boicot a las urnas del MNLV), y hubo que establecer en la propia Constitución Española la famosa Transitoria 4ª, para que los navarros, con una mayoría democrática, tuvieran permanente opción a participar de un proyecto político común. Es pues, la acción democrática la que marcará el deseable avance en el ritmo que hasta hoy se ha hecho posible en la CAV y tendría que lograrse en Navarra o Iparralde. A nadie se oculta que en este último territorio, al que nadie, al menos, discute su condición de País Vasco, una frontera secular, menos sutil que las establecidas con Navarra requerirá otros ritmos más laboriosos. La desaparición de las fronteras y una progresiva aproximación que se traduzca en auténtica unidad sociológica, económica, cultural, deberá guiar nuestros pasos en pos de tal objetivo.

En todo caso resulta indispensable preguntarse cómo se contribuye más eficazmente a robustecer, especialmente en estos casos, esa progresiva conciencia nacional: ¿Con estrategias apoyadas en violencia y quemas de mobiliario urbano? Rotundamente no. Sólo esa “vis atractiva” de un proyecto que implique progreso, civilidad y firmeza democrática contribuirá a tal propósito.

Es necesario mostrar al mundo una imagen de Euskadi, democrática, pacífica y progresista. Para lograr renovar esa imagen y propiciar una acogida favorable a nuestras legítimas reivindicaciones, ante todo deberemos acabar con el conflicto violento que divide a nuestra propia sociedad. Desgraciadamente han fracasado los dos últimos intentos de reconducir la estrategia armada de ETA a una acción estrictamente política de su mundo, dando fin a casi cincuenta años de sufrimiento y debilitamiento del conjunto de las fuerzas vasquistas, incapaces de asumir una misma estrategia política por culpa de la violencia.

Más allá de la parálisis y la frustración derivada del fracaso del último proceso de paz y de los malos augurios derivados de la reciente escalada represiva, ejemplo de versatilidad del poder judicial, tan acorde con la estrategia política del gobierno, es necesario volver a intentarlo. Con las garantías adicionales, que la experiencia pasada, que a todos enseña, exigirá. El atentado de ayer, hay que condenarlo con especial energía, ya que hace presagiar el inicio de una nueva espiral de violencia y vulneración de Derechos Humanos, que además, constituiría un inmenso error político: seguiría imposibilitando la acumulación de fuerzas nacionales vascas en un momento crítico para el país.

Pero en cualquier caso, seguiremos avanzando en el desarrollo político, cultural, económico y social de este pueblo, aun lastrados por un problema que, más pronto que tarde, acabaremos por superar, porque así lo quiere la inmensa mayoría de nuestra sociedad. Una sociedad en la que el respeto a los diferentes sentimientos identitarios y el pluralismo ideológico siempre deberá quedar garantizado, en el marco político que decida, con el mayor consenso posible, la mayoría democrática de los vascos.

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