Necesidad de ilusión

Por Unai Ziarreta
La política sólo tiene sentido si es transmisora de principios e ideales que busquen mejorar, desde la coherencia con uno mismo, las condiciones de vida de toda la ciudadanía de un país. Éste y no otro es el principio de actuación que guía cada día a los hombres y mujeres de Eusko Alkartasuna, el que nos llevará en las próximas autonómicas a concurrir a las urnas en solitario, con nuestras propias siglas. La decisión de no reeditar la coalición con el PNV es, primero, consecuencia directa de la aplicación de ese principio básico y, segundo, el paso lógico en el camino marcado por el conjunto de la militancia de EA en nuestros dos últimos congresos nacionales. No buscamos ni el aplauso gratuito ni la comodidad. Sabemos que en política, como en la vida, lo cómodo y sencillo pocas veces coincide con lo mejor y lo más correcto, pero también que no es el temor a las dificultades sino las convicciones las que nos deben mover en una u otra dirección.
La escena política vasca lleva ya demasiado tiempo sumida en la frustración y la desilusión. Es lógico, y así lo reflejan diversos estudios sociológicos, que el conjunto de la sociedad, al margen de ideologías, observe el futuro con desesperanza creciente y se vaya desvinculando progresivamente de la vida política a la vista de que nuestro gran conflicto como país sigue irresuelto, pese al paso de los años y de que los partidos con mayor peso electoral no muestran verdadero interés en abordar su solución desde la raíz. Esa desilusión resulta especialmente patente en el electorado abertzale. Los datos están ahí, a la vista de todos. Desde las elecciones de 2001, las únicas en las que la coalición PNV-EA sirvió realmente para sumar como reacción a la alianza Mayor Oreja-Redondo Terreros, el voto abertzale ha ido retrocediendo.
A la vista del avance electoral del PSOE, en el seno del nacionalismo vasco han ido cobrando fuerza voces que, desde la autocrítica, achacan el desapego creciente del votante abertzale a un presunto exceso de radicalidad en el mensaje y apuestan en definitiva por plegar velas, aparcar las demandas soberanistas y volver al esquema de la gestión compartida con los socialistas sin cuestionar el marco legal vigente. Desde la autocrítica siempre necesaria, también el conjunto de EA y yo como presidente constatamos el desencanto de la población. Es cierto: hemos dejado de ilusionar al electorado abertzale.
Los motivos no hay que buscarlos, no obstante, en la supuesta radicalidad de nuestras reivindicaciones sino, primero, en la violencia de ETA, en su ceguera, y, segundo, en la gestión que desde la propia coalición hemos hecho del Nuevo Estatuto Político y de la Ley de Consulta. Hemos hinchado el globo, ilusionado a la sociedad, pero cuando Zapatero nos lo ha pinchado no hemos dado la respuesta que nuestros votantes esperaban, lo que ha traído consigo frustración y desmovilización con un reflejo claro en las urnas: el paso progresivo a la abstención de miles y miles de abertzales.
La ambición y la firme voluntad de devolver la ilusión al conjunto del nacionalismo vasco son los factores que explican la decisión de EA de concurrir en solitario a los comicios de 2009. No damos por bueno el actual escenario político; no nos conformamos con que todo el debate se reduzca a ver quién gana las elecciones y quién va a gobernar los próximos cuatro años, mientras en el fondo todo sigue igual, sin abordar de una vez por todas la resolución del conflicto político que tantísimo daño y dolor causa a esta sociedad.
Somos ambiciosos y queremos remover conciencias. En EA no estamos dispuestos a seguir esperando indefinidamente mientras la ciudadanía sigue sufriendo. Es la hora de dar pasos adelante y de ir con decisión y firmeza a por una solución definitiva que sólo creemos posible mediante la articulación de un polo soberanista que, desde la defensa más radical de los derechos humanos, llegue a concitar la adhesión democrática de la mayoría social y política de Euskal Herria y permita dar pasos efectivos hacia un nuevo marco legal donde todos los proyectos sean posibles, incluida la independencia.
so es precisamente lo que va a estar en juego en las próximas elecciones. Ahí radica la verdadera polarización, que no es la que de manera interesada pretenden trasladar a la opinión pública el PNV y el PSE. Al fin y al cabo, más allá de sus evidentes diferencias ideológicas, tanto uno como otro aspiran a ganar para gestionar el marco vigente. Sin más. Esa polarización, en consecuencia, es falsa; la verdadera tiene mucho mayor calado político porque tiene como base la necesidad de superar el actual marco estatutario. Lo que en realidad van a tener que decidir los votantes es si apoyan a quienes sólo aspiran a gestionar el Estatuto o a quienes, por el contrario, reivindicamos y apostamos por avanzar hacia un nuevo marco.
Ése es el camino que hemos iniciado en EA. Con ilusión y ambición. Hemos puesto el tren en marcha y vamos hacia la soberanía de Euskal Herria. Hay vagones de sobra para todos los abertzales soberanistas. Cuantos más seamos, con mayor rapidez avanzaremos. De verdad espero y deseo que nadie tenga la tentación de quedarse en el andén y acabe perdiendo este tren porque son ya demasiados años y puede que sea el último.

Fuente: El Correo