Unai Ziarreta es el nuevo presidente de Eusko Alkartasuna (EA) en sustitución de Begoña Errazti. Fue elegido el pasado 16 de diciembre, con un 68,5% de los votos, los 600 compromisarios en el séptimo congreso de la formación independentista. Por primera vez los sectores oficial y crítico de EA se sentarán juntos en la ejecutiva. ¿Esto garantiza la unidad interna? En todos los partidos hay sensibilidades y confrontación de ideas. Pero la sociedad pide unidad y consenso. Y este es un reto que en EA hemos conseguido juntando a la ejecutiva, por fin, las diferentes sensibilidades. Hemos superado los personalismos que podía haber en otras épocas. ¿Queda aparcado, también, el debate sobre si es mejor ir en solitario o en coalición en las próximas citas electorales? ¿EA irá sola a las generales? En Lituania, cuando defendían la independencia, los parlamentarios se cerraban en la cámara envueltos de tanques rusos. Es un ejemplo de resistencia civil. La asamblea nacional de EA decidirá como quiere acudir a las urnas. En una política tan cambiante como la vasca no se puede marcar estrategias electorales ni a un año vista. Pero la estrategia respecto a la identidad, propia y diferenciada, de formaciones como el PNV o Batasuna quedo fijada en el congreso extraordinario de enero. El congreso de hace una semana sirvió para fortalecer la decisión de ir a las urnas con nuestras siglas. ¿Pero hay encima la mesa una posible unión de los partidos abertzales de cara a las generales? ¿Tratan este tema con otras formaciones? Hay conversaciones informales con diferentes dirigentes políticos, pero nada más. Nosotros concertaremos reuniones con el PNV, EB y Aralar para analizar, entre otras cuestiones, esta posible unidad de acción que nosotros siempre hemos defendido, tanto en Madrid como en Euskadi. Y ahora es muy necesaria, porque se presentan desafíos importantes, como la consulta popular que propone el Gobierno Vasco. ¿La solución al conflicto pasa por una mayoría simple de los partidos abertzales, un segundo pacto de Lizarra? Sí. Pasa por una mayoría. Si es amplia, mucho mejor. Pero no podemos permitir que una minoría imponga sus posiciones a la mayoría. La transversalidad no puede convertirse en derecho a veto, como pretende el PSE. ¿Usted asegura que la consulta es la herramienta fundamental en el camino hacia a la paz y la normalización política? En Euskadi hace 15 años que no tenemos ningún avance en el autogobierno. Y la sensación de cabreo y hartazgo aumenta. Los partidos vascos hemos sido imaginativos y hemos hecho llegar a Madrid todo tipo de propuestas, pero la respuesta es siempre un golpe de puerta, como con el plan Ibarretxe. Ahora la oferta es sencilla y sincera. No queremos imponer nada. Apostamos por el diálogo con el Estado. Aquí hay un pueblo que tiene sus sentimientos de pertenencia mal resueltos. Yo soy vasco, yo no soy español, pero me fuerzan a serlo. Y esto se ha de resolver. El independentismo se ha de poder materializar. Y es la ciudadanía quien ha de decidir. ¿Habrá consulta el 25 de octubre del 2008? Sin ningún tipo de duda. ¿Aunque Madrid no la permita? Sí. Habrá consulta con o sin el permiso del gobierno español. Si el Estado no respeta el resultado de la consulta, que salida queda? Hay muchas alternativas. En Lituania, cuando defendían la independencia, los parlamentarios se cerraban en la cámara rodeados de tanques rusos. Es un ejemplo de resistencia civil. Que cada uno extraiga sus conclusiones. ¡Hay que ver! ¿Prevé tiempos difíciles? Es complicado. Hemos vuelto en escenarios que creíamos olvidados. ETA mata, 47 encarcelados en el macro juicio 18/98... La situación que se vive en el País Vasco, con aberraciones políticas como la del 18/98, da casi por llamar a observadores internacionales. Están criminalizando las ideas. Las únicas democracias europeas que permiten ilegalizar una formación política son la turca y la española. Estamos al mismo nivel democrático de una Turquía de la cual no dejan ni entrar en la UE por la actitud que mantiene con los kurdos o los armenios. En el Estado español se encarcela a gente solo por defender la independencia de Euskal Herria. ¿Hay motivos o no para enviar observadores internacionales? ¿Zapatero quiere eliminar a Batasuna o ganar las generales? La apuesta de Zapatero es electoral. Apuesta por la mano dura, pero se resiste a derogar la resolución del Congreso que apuesta por la solución dialogada de la violencia. Actúa movido por cálculos electorales bastardos. Pero Zapatero debería ver que el independentismo, tanto en Euskal Herria como en Catalunya, crece. Hay una cuestión no resuelta, una transición no acabada, que se ha de resolver.
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