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22 de octubre de 2006

Entrevista al lehendakari Ibarretxe

Marcelo Cantelmi (Clarín)
El País Vasco confronta por primera vez la posibilidad de concluir con casi medio siglo de violencia. El momento está marcado por el cese del fuego de ETA vigente desde marzo. Pero lo central desborda ese litigio, y es el destino de este pueblo, que se define a sí mismo como una nación, y que aspira a decidir en algún momento con su voto si se declara independiente. El Lehendakari (presidente) vasco, Juan José Ibarretxe, llama a no confundir esos dos procesos. "No se debe mezclar la violencia de ETA con los nobles objetivos que desde hace cientos de años tiene la sociedad vasca", sostiene.

Pero no es sencillo. El proceso en el País Vasco se ha exasperado de modo tal que la Justicia acaba de procesarlo por negociar con el ilegalizado Batasuna, el brazo político de ETA. Prudente pero firme, Ibarretxe aseguró en esta entrevista con Clarín que esa decisión es incongruente, absurda y ridícula. "¿Cómo a un político no lo van a dejar hablar, dialogar"? se pregunta escandalizado.

El mandatario, pariente de un héroe de la Independencia argentina de su mismo apellido, llegó a Buenos Aires para inaugurar en Puerto Madero una "delegación", una suerte de embajada vasca, la tercera que su gobierno tiene en la región después de Chile y México.

—¿Puede dar entrevistas, no lo va a retar la Justicia?

—(Ríe) Sí. Me han encausado penalmente por mis conversaciones con todos los partidos políticos, también con Batasuna. La verdad es que la sociedad vasca está muy extrañada, es difícil que avancemos en el proceso de paz si no hablamos.

—Parece una medida para sacarlo del diálogo, justamente.

—Pero es un sinsentido. Desde el punto de vista político es impresentable. Que un presidente de un país pueda estar encausado penalmente por hablar es escandaloso. Y es incongruente. La misma justicia española otorgó al Partido Socialista el beneplácito para dialogar con Batasuna, lo que me parece bien y necesario. Pero al Lehendakari lo encausan.

—¿Qué se debe hacer con Batasuna?

—Es evidente que como fuerza política debe actuar con normalidad. Batasuna, como todas las expresiones políticas, es un agente necesario. Imprescindible no hay nadie, pero Batasuna es necesario en el proceso de paz y en el proceso de normalización política.

—En sus charlas con ellos, ¿cuál ha sido la agenda?

—Hay dos procesos que son fundamentales, pero que tienen diferentes interlocutores y su propia agenda. El presidente (José Luis Rodríguez) Zapatero abrió en junio oficialmente las conversaciones con ETA para finalizar la violencia. Ese proceso no debe mezclarse con el de la política.

—¿Ese es el tema de la autonomía o la independencia?

—Así es, en ese proceso los partidos políticos vascos, todos los partidos, hablamos de cómo alcanzar acuerdos entre nosotros que deberán ser sometidos a la sociedad vasca, que ha de decidir.

—¿Y dónde queda ETA en ese escenario?

—La violencia de ETA, con independencia de cómo y de qué manera se alcancen los acuerdos políticos, debe desaparecer de una vez y que sea para siempre. Pero no se debe mezclar la violencia de ETA con los nobles objetivos que desde hace cientos de años tiene la sociedad vasca. ETA nació a fines de los '50 del siglo pasado, pero el problema vasco se hunde en las raíces de la historia: son prácticamente 200 años.

—¿Es confiable ETA? Me refiero al futuro de la tregua.

—Yo quiero dejar este mensaje: estoy plenamente convencido de que el proceso de paz no tiene vuelta atrás.

—¿Cuál es el proyecto, una autonomía o la independencia concreta?

—El proceso aprobado por el Parlamento vasco deja muy claro que la posibilidad de participar en un espacio con el Estado español es perfectamente posible si así lo decidimos como pueblo vasco. No estamos planteando escenarios políticos de ruptura con nadie, estamos en un espacio de integración con la Unión Europa y en ese espacio queremos tener personalidad propia para desarrollar nuestra propia vida, para mantener relaciones con España, con Europa y con el mundo.

—¿Eso es un estado independiente?

—Vea, no se están planteando escenarios de independencia aloca dos, estamos hablando de espacios de integración y de cómo convivir Euskadi por un lado y España por el otro en el siglo 21. Esto tendrá que ser en base al respeto. Euskadi tiene que respetar a España y España tiene que respetar las ideas de Euskadi.

—Le pido que lo precise más: ¿es una nación dentro de otra o junto a otra?

—España es un Estado plurinacional. Así se define. Eso significa que tiene varias naciones en su seno. Euskadi no tiene que reivindicarse como una nación. Somos una nación, tenemos nuestra propia cultura, tenemos nuestra propia lengua, hablamos la lengua más antigua de Europa, somos uno de los pueblos más antiguos de Europa. Hace dos mil años no existían los estados en Europa pero estaba el pueblo vasco y dentro de 2 mil años yo no sé si los actuales estados perdurarán, pero si sé que el pueblo vasco seguirá existiendo.

—Le pregunto porque la inclusión, apenas, de la palabra nación en el estatuto catalán promovió hace poco hasta rebeliones de jefes militares en España. Y lo de ustedes es mucho más ambicioso.

—Una democracia asentada lo que tiene que tener en cuenta realmente es el cauce jurídico y político para atender los deseos de auto-organizarse y de decidir de los diferentes pueblos y las diferentes nacionalidades. ¡Dios santo! Pobre de una democracia avanzada que titubee como consecuencia de las declaraciones de un general.

La cuestión esencial
El proceso en el país vasco está atravesando dificultades que el presidente Ibarretxe prefiere no profundizar públicamente atento a lo delicado del panorama. Lo que se juega en esta disputa no es sólo el destino de ETA que va, sin dudas, camino a desaparecer. Cuando eso ocurra quedará claro que el contencioso vasco estuvo antes y seguirá después de la extinción del terrorismo. Sin el lastre de la violencia, será muy complicado para los partidos nacionales eludir la discusión verdadera. Los vascos mayoritariamente repudian la violencia pero con igual magnitud abrazan la idea de una autonomía que respete su identidad. Las dificultades en este proceso se alimentan del interés de muchos sectores por eludir esa discusión tan esencial como inevitable.

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