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17 de diciembre de 2006
EL POSENTUSIASMO DEL 22-M
En las últimas horas densos nubarrones parecen haberse instalado sobre el proceso de paz en Euskal Herria.
Luego de aquel entusiasmo del 22 de marzo, el proceso (para quienes lo miramos a la distancia) poco a poco pareció ir perdiendo su dinamismo para llegar a una instancia en la que todos los actores parecen estar a punto de retroceder varios casilleros en una peculiar carrera por la paz y la normalización política. Y si adjetivo como peculiar es porque poco tuvo de carrera (si se me permite el libre uso del término), ya que algunos de sus protagonistas por momentos jugaron a no ir hacia ningún lado, mientras otros hicieron todo lo posible por boicotear dicha instancia.
Puede permitirse la sociedad vasca un nuevo fracaso de este tipo? Entiendo que los intereses de algunos actores políticos no pueden seguir primando por sobre los del conjunto social, más cuando se trata de decidir si este diferendo va a continuar definiéndose a los tiros (como les gusta a algunos) o por un camino democrático y participativo (como les gustaría a otros). Claro que también están aquellos que no quieren ni una cosa ni la otra, zigzagueando, entonces, por un mar de incertidumbres.
Me ha llamado poderosamente la atención escuchar, desde hace tiempo, insistentes declaraciones que aseguran y requeteaseguran que lo que sucede en Euskal Herria no tiene nada que ver con lo que sucede en Irlanda, en Québec, en Montenegro, etc., etc. Se trata, por cierto, de una media verdad que sirve más para obstruir una solución al diferendo que para ayudar a su resolución.
Si la Unión Europea, por caso, decidió destinar algunos de sus recursos económicos para que el Mercosur estudie el desarrollo y funcionamiento del Parlamento Europeo, imagino que no ha sido con el burdo objeto de trasladar a tierras americanas un producto fabricado en Europa, sobre la base de la experiencia y las particulares necesidades sociales y políticas de dicho continente. Asimismo, me consta que los responsables del bloque sudamericano en ningún momento pretendieron reproducir miméticamente dicha experiencia, sino que el objetivo fue el de estudiar una referencia ineludible para dar forma a un diseño institucional a la medida de los países de la región. Lo que quiero decir, vaya descubrimiento, es que de las experiencias ajenas también se aprende…, si se tiene la voluntad.
De este rápido y breve análisis, y teniendo en mente las últimas décadas de historia de los principales actores políticos españoles y vascos, debo concluir que la dificultad para avanzar hacia la paz está precisamente en ellos. Tal vez vaya siendo necesario un mayor compromiso manifiesto de la sociedad, de modo que los fuerce a tomar decisiones que trasciendan sus inmediatos intereses de grupo. Y este reclamo trasciende a la sociedad vasca, requiriendo de aquellos españoles que lejos del autoritarismo franquista, desean desarrollarse en paz, en una sociedad con abierta mentalidad democrática.
Si algo nos han enseñado la seguidilla de brutales conflictos del siglo XX es que los procesos de paz van más allá de los planes por ponerle fin a las acciones de violencia. Los mismos significan un apoyo a los valores democráticos y por lo tanto deben estar abiertos a la participación social, lo que en definitiva refuerza la legitimidad de los acuerdos y le otorga un marco al desarrollo de las negociaciones políticas.
Si desde el campo abertzale y democrático se está peleando por el derecho a decidir, tal vez haya llegado el momento que aquellos que deban decidir comiencen a hacerse presentes, de lo contrario una vez más sólo serán espectadores de un juego que juegan otros, pero cuyo resultado caerá indefectiblemente sobre sus espaldas.
Leandro Etchichury
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